El primer Amor

Foto de Cristina.

 

Hoy en la radio ha sonado una canción que me ha traído viejos recuerdos.

Hace poco leí en algún sitio que el primer amor no siempre llega en orden, pero en mi opinión eso es una frase hecha de algún listo que se quiere ligar a una chati.

El primer amor llega de crío y sin avisar y sino te acuerdas de quién fue, tu vida es muy triste.

Yo por mi parte me acuerdo perfectamente, se llamaba Magaly y teníamos 8 años.

Yo vivía en Zizur Mayor y ella era amiga de un compañero de colegio pijo que vivía en un chalet en la urbanización de Zizur.

Habían venido de Barcelona a pasar unos días y me invitaron a merendar.

Aquello fue un flechazo instantáneo.

Como eran las fiestas del pueblo, después de merendar los padres nos subieron al baile en el frontón y estuvimos todo el rato agarradicos de la mano.

Al caer la tarde empezó a hacer frío, yo llevaba un jersey (los que somos de Pamplona sabemos que en Septiembre por mucho calor que haga, hay que salir con chaqueta de casa), y mi chica estaba helada, así que a pesar de estar muerto de frío, le dejé el jersey a mi recién conocido amor.

Al día siguiente me bajé andando hasta el chalet para volver a verla.

Desde la valla y sin abrirme ni la puerta, el padre de mi compañero del cole me dijo que Magaly y sus padres habían vuelto a Barcelona esa mañana llevándose mi corazón y de paso, mi jersey…

Estoy seguro de que esa chica ha contado esta historia muchas veces, porque que alguien te deje el jersey con 8 años, es una prueba suprema de amor.

El verano siguiente, me fui un día sólo a la charca de Zizur a pescar carpas, al llegar había allí una cuadrilla del pueblo de los mayores (de 14 ó 15 años) 

Estaban bebiendo vino, así que me fui lejos de ellos.

Al rato se vinieron a donde estaba yo haciéndose los colegas, a base de insistir consiguieron que le diera un trago al vino, aquello resultó que estaba bueno, así que estuvimos un rato bebiendo hasta que estuvimos todos borrachos (con poco).

En ese momento les pareció que era buena idea darse un baño.

Entre ellos había una chica, se llamaba Teresa, y cuando se pusieron tod@s en pelotas, sentado agarrado a la botella y con los ojos como platos, descubrí que a partir de ese día el vino y las tetas iban a ser dos pasiones que no iba a abandonar el resto de mi vida.

La canción de la que hablaba más arriba, es una que ponían en el Gure Kaiola, mítica discoteca entre Pamplona e Irurtzun a la que íbamos de chavales.

El autobús para ir se cogía en el Hotel Tres Reyes y recuerdo una vez que esperándolo sentados en un banco del Bosquecillo, nos apareció un gitano yonqui al que llamaban el Tolín empuñando un destornillador con la punta afilada y nos quitó la pasta.

Yo por entonces ya iba de valiente por la vida, pero tuve que tragar porque el valor va desapareciendo según te van acercando un destornillador a la entrepierna…

Pero os estaba hablando de amor, nuestra técnica de ligue en aquella época era emborracharnos casi hasta el coma y luego ir preguntándoles a todas las tías de la disco una por una:

-“Hola, me llamo Pedro, ¿te quieres enrollar conmigo?”

Sorprendentemente algunas decían que sí.

Puede parecer una técnica un poco bárbara, pero que coño, eran los ochenta y casi todo estaba permitido, además el nivel de aciertos era sorprendentemente alto (yo calculo que decía que si una de cada 10, lo que refuerza mi teoría de que a veces no se folla por no preguntar).

El procedimiento habitual era irse a los reservados a darse el lote.

Algunos de mis amigos hasta llevaban una libreta y hacían competición de a ver quién era el que más cacho pillaba.

Un día conocí a una chica por el procedimiento estandard, (no me acuerdo ni de su nombre) ,en los reservados me dio algo más de lo que era habitual, así que me enamoré perdidamente otra vez.

Al salir quedamos para el finde siguiente, pero era tal el pedo que llevábamos, que la semana siguiente no fui capaz de recordar cómo era y no la encontré en toda la disco…

Otra vez la mujer de mi vida difuminada entre vapores etílicos.

Así fue también como conocí a Cristina, una chica versión camionero-terminator que me arrastró a los reservados como un pelele.

Yo por entonces estaba flacucho y ella se me echó encima y me intentó violar.

Desesperado porque me estaba asfixiando, conseguí a duras penas pedirle ayuda a un amigo que estaba sentado al lado y entre él estirando y yo empujando, conseguimos quitármela de encima.

Con esta estuve saliendo un tiempo.

Un día estábamos en mi pueblo y le acompañé a coger el autobús, íbamos agarrados de la mano, y como se le escapaba, se puso a correr.

La tía era una fenómeno también corriendo, así que al poco me vi agarrado de su mano y flotando al viento como si fuera una cometa.

Ese fue el día que decidí que aquella relación iba a acabar conmigo y poco después la dejé…

Recuerdo que se lo dije de lejos y con testigos porque la verdad es que la tía me daba un poco de miedo.

De aquí en adelante es más de lo mismo, relaciones cada vez más civilizadas pero igual de infructuosas.

Echo de menos aquellos días en que te plantabas delante de una desconocida y le decías:

-“Hola, me llamo Pedro, ¿te quieres enrollar conmigo?.

Y algunas te decían que si.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.


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