El Fantasma de la Ventana
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| Los perros y la casa al fondo. |
Esta es una historia que escribí hace años viviendo en San Felizes de Agüero y creo que es la última que escribí en aquella época.
Espero que os guste.
El viernes pasado me subí sólo al pueblo porque los dueños de la casa se fueron el finde a la playa. Estuve muy agusto ensimismado en mi soledad, cervezas, txupitos, ahora me bajo al río con Scooby y me baño en pelotas, ahora me echo la siesta y me tengo que tapar con una manta porque hace hasta fresco…
El domingo me puse a cocinar y me hice un guisado de ternera, lo tuve toda la mañana al chup, chup, Scooby de pinche vigilando la perola atentamente mientras yo zapeaba en el plus tumbado en el sofá.
A las dos empezó la F1, cuando llevaban unas cuantas vueltas y Alonso era el coche escoba, (como siempre) me acordé que tenía el guisado en el fuego y me levanté de repente.
Y me dio el lumbago.
Me quedé clavado en el sitio.
Scooby siempre dispuesto a echar una mano, dejó su trabajo de pinche y se vino a darme cabezazos en los riñones, (es su manera de ayudar), como pude, comí, cerré la casa y me vine para Huesca.
El lunes estaba un poco mejor y fui a trabajar, a media mañana el cuerpo me dijo basta y me tuve que sentar en el suelo el resto de la jornada sintiéndome un puto inútil y criticando todo lo que hacían los demás currelas (me lo pasé más bien…).
Ayer no fui y me pegué todo el día tumbado en la cama.
Hoy mis cojones han podido más que yo y he ido a currar (esta mierda de ser vasco y mis cojones me van a acabar matando).
Sorprendentemente conforme ha ido pasando el día me he sentido mejor y ahora estoy más o menos bien.
El viernes se me acaba el contrato, mi intención es subirme para el pueblo a sufrir y volver cuando me llame mi jefe para empezar a currar otra vez.
Teniendo en cuenta como están las cosas laboralmente, que la última vez que pensé en quedarme unos días en el pueblo estuve catorce meses sin salir (y sin escribir ni una línea) y que allí no hay cobertura, internet, ni hostias, os voy a contar una historia.
Quizás sea la última…
No me hagáis mucho caso, quién sabe lo que pasará, porque hay veces que entre lo que pienso hacer y hago, lo que no pienso hacer y hago, lo que hago sin pensar y lo que ni pienso, ni hago, acabo no haciendo nada.
Lo que si he pensado en hacer y voy a hacer sin pensar, es contaros una historia.
Al principio os iba a contar alguna batallita sexual, pero luego me he dado cuenta de que iba a ser una historia muy corta, 1,32 minutos exactamente.
Y esto como record personal, dopado y con el viento de espaldas, a ver si ahora alguna se me va a emocionar y luego vienen las desilusiones…
Descartadas las fantasmadas, os voy a contar una historia de miedo, he estado revisando las películas que he visto últimamente a ver si podía sacar alguna idea, pero como suele suceder, la realidad supera siempre a la ficción así que os voy a contar lo que pasó de verdad, el que quiera que crea y el que no quiera creer…
Que disfrute de una bonita historia de fantasmas.
Vivía en Larrayoz, era verano y mi hermana y mi cuñado se habían ido unos días fuera, así que estaba solo en casa con los perros.
Los perros no eran cualquier cosa, uno era el Ludo, 45 kg de Alaska Malamute, otro era el Kas, precioso Pastor Alemán de 40 kg y la tercera en discordia era Yuka, hija del Kas y valiente como ninguna, os aseguro que en esa compañía la palabra miedo pierde su significado.
Era de noche, me había comprado una Playstation y estaba tumbado en la cama jugando a un juego nuevo,
Tenía la puerta cerrada y los perros en el pasillo durmiendo, no lo puedo asegurar, pero es muy posible que estuviera acompañado por algún producto químico y bebidas alcohólicas, (me extraña porque yo no soy mucho de eso).
A mi derecha la ventana abierta de la habitación dejaba entrar una leve brisa de aire.
Esa casa es de piedra, pegada a la iglesia y por lo visto era la antigua casa del cura.
Los muros tienen unos 50 cm de espesor, la ventana está cerca del suelo, a unos 60 cm y por dentro es como de 80x80 cm y se va inclinando haciéndose pequeña como en los castillos, hasta quedar un hueco exterior de 50x50 con los alféizares en pendiente, incrustados en la roca, unos barrotes gordos como muñeca de bebé.
En medio de la partida empecé a oír algo extraño que venía de la ventana, al principio pensé que era el aire y fijé mi atención en el juego, pero aquel sonido poco a poco empezó a parecerse a unas voces susurrando fuera de la ventana.
Le di al pause y presté atención, todo estaba en un silencio absoluto y afuera la oscuridad era como sobaco de grillo
De repente las volví a oír, eran dos voces bien diferenciadas pero como…raras, entre un siseo y una voz gutural, no sé como explicarlo mejor.
Al instante se me erizaron todos los pelos del cuerpo, (que es lo que me acaba de pasar ahora al recordarlo).
No me avergüenza decir que me asusté, así que me levanté de la cama y abrí la puerta de la habitación para dejar entrar a los perros.
Ya sé lo que estáis pensando, menuda castaña llevaba mi primo que oía voces y todo, pero al abrir la puerta, entraron los tres perros andando muy despacio con el pelo erizado y mirando fijamente a la ventana, yo podía estar ciego, pero os aseguro que los perros no, y su reacción me dio aún más miedo.
El Ludo y el Kas se quedaron parados en el umbral de la puerta sin dejar de mirar la ventana, Yuka fue andando muy despacio hasta la ventana y se subió en el alféizar asomando el hocico hacia afuera.
En ese momento una mano entró muy despacio a través de los barrotes, acarició entre las orejas a la perra y volvió a salir a la oscuridad.
Yo ahí ya me cagué.
Mi cuñado era cazador y tenía dos escopetas guardadas en el armario del pasillo, así que me fui como una flecha, cogí una, le metí dos cartuchos y volví corriendo a la ventana.
El miedo había dado paso a una mala hostia seria (y yo enfadado pocas bromas), así que me puse enfrente de la ventana pestañeando con la Ojos Negros y me puse a gritarle al viento:
-“¡¡¡MECAGUENTODOSTUSMUERTOSHIJOPUTAENTRAAHORASITIENESCOJONESQUETE VUELOLACABEZACABRÓN!!!!!!!
Pensando que era algún vecino con ganas de tocar los cojones, fui corriendo a la puerta de la casa con los perros pisándome los talones y con una linterna y mi amiga la Ojos Negros iluminándonos el camino y salí corriendo a la parte de atrás de la casa que es donde está la ventana.
Allí no había nadie, toda la parte de atrás estaba poblada de árboles pegados a la casa y rodeado de zarzas impenetrables, había llegado tan rápido que os aseguro que si hubiera habido alguien allí lo hubiera visto u oído, (y asesinado de paso).
A 200 metros mirándome atentamente, el último edificio del pueblo.
El cementerio.
Ya más calmado volví a casa, cerré todas las ventanas a cal y canto y metí los perros a dormir conmigo en la habitación, vigilando nuestro sueño apoyada en la mesilla, como no, mi amiga la Ojos Negros…
A la mañana siguiente llegaron mi hermana y mi cuñado y les conté la película, se miraban entre ellos como diciendo…ya está este con sus cosas raras.
Para dejarme tranquilo fuimos a la parte de atrás de la casa, peleando con las zarzas durante mucho rato, ninguno de los tres tuvimos cojones a llegar hasta la ventana de mi habitación.
El resto del día lo dediqué con una motosierra y una desbrozadora a dejar la fachada limpia como la patena.
Os podría contar ciegos memorables, cosas de las que yo mismo dudé en su día y ahora estoy seguro que fueron efecto del alcohol y alguna sustancia química, (aunque yo no soy mucho de eso), si dudo yo mismo de mi criterio, que no será lo que penséis vosotros…
Pero lo que pasó aquella noche fue otra cosa, a los perros no les engañan sus sentidos como a nosotros.
Tengo alguna historia más para contar en aquella casa, tan rara o más que ésta y también avalada por los perros, pero si eso ya os la contaré otro día.
Como suelo decir para despedirme, y colorín colorado, este cuento se ha acabado, pero hoy voy a añadir otra cosa por si de verdad es la última:
El gusto ha sido todo vuestro.
Besos.

Acojona🫨👻
ResponderEliminar😁👻👻👻
ResponderEliminarNereeeeee, que aún sale tu Nik antiguo 😂😂😂
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